Origen. En ese entonces la enseñanza musical misionera dio frutos, los nativos aprendieron rápido las técnicas de interpretación y el repertorio litúrgico, lo que hizo enriquecer el panorama musical nativo, descubriendo un universo de posibilidades que se plasmaron en melodiosas chovenas. Sin embargo, el celo misional descubrió que el instrumento no solo cumplía el papel complementario en el marco ceremonial religioso, sino que su uso motivó los encuentros festivos de celebraciones al calor de la chicha, paganizando su rol asignado. Como consecuencia la iglesia prohibió su uso fuera del templo, hecho que despertó la iniciativa artesanal de los guarayos. Echaron mano a una tacuara de bambú y sobre ella templaron unas cuerdas elaboradas de tripa de animales como el tejón, puerco o mono y dieron forma a su propio violín, relata Vaca.
Yata Miöri o violín de tacuara. El violín de tacuara, conocido en Ascensión y Urubichá como yata miöri, está construido de una sola pieza. Su sonido es de escaso volumen al no presentar alma o poste sonoros como los violines de madera. Las clavijas pueden ser de madera de tajibo, tarara, kukí, o gabetilla. En su inicio el puente fue de tacuara, pero actualmente se lo construye de mara o cedro.
Takuar Miöri. Se trata de la otra versión del violín nativo, un poco más evolucionado, consta de dos partes, un mango o cuello de violín, que tiene la misma forma de los violines de madera elaborado de guayaba o gabetilla. La segunda parte es una caja de resonancia que se une al mango con un pegamento natural a base de resina de plantas silvestres.
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