Donde va lo sigue su compañero inseparable. Juntos son poderosos, tanto que son capaces de despertar en cuestión de segundos un volcán de grandes emociones y recuerdos desde lo más profundo de los corazones.
Hablar de la vida de Eddy Navía Dalence es hablar necesariamente del charango, su fiel compañero, como él lo llama. Aquel pequeño instrumento de cuerdas deslumbra al contacto con las manos talentosas de este boliviano nacido en Potosí emitiendo sonidos sublimes, a ratos pausados, luego acelerados, que transportan la imaginación rebasando todas las fronteras y épocas.
Es considerado ‘el maestro del charango’, un hombre que, si bien ya conoce el sabor de los aplausos y del éxito, mantiene la misma sencillez y amabilidad de siempre. Esas son las cualidades que elogian quienes lo conocen desde niño o quienes han sido testigos de la triunfante carrera musical de este artista, dos veces nominado al premio Grammy Latino y que ya ha llevado la música del charango por EEUU, Europa y Japón.
Tan gentil, como bien lo dicen sus amigos, acepta dar -a la primera llamada- una entrevista telefónica desde Cochabamba. Esa fue la segunda parada de la gira de conciertos que realiza por Bolivia desde el mes pasado.
La charla con este virtuoso charanguista y uno de los fundadores del legendario grupo folclórico Savia Andina, que hoy sigue cosechando éxitos por el mundo, fue amena aunque interrumpida tres veces porque familiares y amigos se apresuraban en saludarlo aprovechando su estadía temporal en su tierra natal.
Eddy Navía vive en San Francisco (EEUU) y retorna a Bolivia para mostrar su talento a sus compatriotas después de 20 años de haberse subido por última vez a un escenario nacional.
El 15 y 16 de abril actuará en el Teatro René Moreno de Santa Cruz con una selecta propuesta de ritmos del folclore boliviano y de otros países interpretados magistralmente con el charango.
De rostro risueño y voz pausada, Navía asegura con firmeza que hay que explorar e interrelacionarse con otras culturas para enriquecer y abrir los horizontes de la música boliviana. Y es así que con la destreza de sus manos sobre ese instrumento ahora permite deleitar a sus oyentes no solo con música folclórica nacional sino también con música clásica, latinoamericana, árabe, rusa, griega y de otras culturas.
Eddy Navía fue el primer compositor boliviano en interpretar música clásica en charango en la etapa en que formaba parte de Savia Andina, con piezas muy aplaudidas como La Marcha Turca de Mozart y La Sinfonía 40 del mismo compositor austriaco. Además es responsable de obras maestras de música andina como Danza del sicuri, Copagira y otras.
Su raíz familiar
De padres potosinos, Eddy Navía es el único músico entre siete hermanos, con quienes dice mantenerse muy unido. Su padre se dedicaba más a la agricultura y su madre era ama de casa. Tras la separación de sus progenitores, Eddy cuenta que creció con su mamá y con su padrastro, un industrial minero. Recuerda con emoción a su abuelo Luis Felipe Dalence, abogado potosino quien, a su vez, era descendiente del célebre jurisconsulto boliviano Pantaleón Dalence. Para Eddy, su abuelo, con el que dice haberse criado más tiempo, fue quien lo apoyó en su afición por la música.
Pero ese interés por transmitir al mundo la melodiosa ‘voz’ de los instrumentos musicales y en especial del charango no le nació de la noche a la mañana. Confiesa que no era buen alumno en música pero si en deportes; tampoco tenía el brillante talento musical que demostraban sus compañeros de curso y era uno de los indisciplinados de la clase. “Fui un poco rebelde. Por eso mi grupo de rock se llamó Los Rebeldes”, comenta entre risas.
Entonces, ¿cómo le nace el interés por la música?
En mi curso, algunos de mis compañeros ya sabían tocar piano, acordeón o saxofón. Otros cantaban muy bien. Yo nada, lo único que me interesaba eran los deportes. Entonces, con el tiempo al ver en mi curso a tantos valores artísticos me fue naciendo la inspiración por la música.
Aprendí por mi cuenta, mirando a mis amigos. Yo trataba de imitarlos sin que ellos se dieran cuenta. Me integré a la orquesta del colegio Franciscano de Potosí formada por el reconocido profesor Humberto Iporre Salinas. Aprendí a tocar la guitarra eléctrica un poco a escondidas y luego otros instrumentos, dejando a todos sorprendidos. Mi primer contacto con instrumentos folclóricos bolivianos fue en mi última etapa escolar. Como soy potosino ya había escuchado los acordes del charango en las minas y en mercados. Me parecían melodías muy interesantes.
Y cuando me fui a Argentina, decidí llevarme un charango y ahí empecé a investigarlo más
Algunos temas que yo había sacado en guitarra los trasladé al charango y experimenté con ritmos internacionales. Al volver al país formamos un dúo con Gerardo Arias y grabamos nuestro primer LP con música folclórica y clásica de grandes compositores, interpretada con instrumentos andinos. Esa propuesta causó sensación, recibimos varias invitaciones y ofertas de viajes.
Finalmente en 1975 formamos Savia Andina, que luego quedó conformada por Oscar Castro, Alcides Mejía, Gerardo Arias, Julio César Paredes y mi persona.
¿Soñó con ser músico?
Al principio, no. Yo estuve tres años estudiando Derecho y no pude terminar la carrera por los múltiples compromisos musicales que tenía. Era como una especie de tradición en la familia seguir esa profesión. Estoy seguro de que no la hubiera ejercido.
¿Alguien se opuso?
Antes un músico era visto como alguien ligado a las trasnochadas y al alcohol. Por eso algunos padres trataban de evitar que sus hijos se dedicaran a la actividad musical. En mi caso nunca me prohibieron.
¿Qué recuerda de su niñez?
Yo era un muchacho de barrio al que le gustaba salir a jugar a la calle. Disfrutaba de estar con mis amigos y del fútbol. Entre juego y juego rompimos varios vidrios del vecindario. Mi abuelo, tan bueno como siempre, se brindaba a pagar todos los vidrios rotos, incluso de los que yo no era culpable. Era tan audaz que llegué a endeudarme para comprar instrumentos musicales. Mi abuelo, que era un ángel de Dios, me garantizó y yo le prometí que le iba a pagar poco a poco, y así fue.
¿Cuál era su mayor anhelo?
Quería viajar, pero la vida ha sido tan generosa conmigo que me ha dado más de las cosas que yo soñé. Nunca pensé llegar a ser una persona ligada al arte y con cierto grado de reconocimiento nacional e internacional, tampoco pensé tener tantos viajes y estar junto a grandes artistas.
¿Qué deporte le gustaba?
El básquet. Defendí los colores de Potosí en campeonatos. También jugaba voleibol y fútbol.
Su actual ritmo de vida
La vida de Eddy Navía transcurre desde hace más de 20 años en EEUU. Vive en San Francisco (California) con su esposa, Quentin Howard, con quien administra la peña gastronómica-cultural Pachamama, otro de sus motivos de orgullo por el éxito que está alcanzando. De su primer matrimonio tiene dos hijos: Gabriel, que sigue sus pasos musicales y Daniela Soledad, que es médica.
¿Qué futuro le ve al talento musical de su hijo Gabriel?
Con mucho orgullo puedo decir que él ha sobrepasado las expectativas. Actualmente es considerado uno de los mejores guitarristas del norte de California. Se dedica más a la música alternativa. Me siento orgulloso de tocar con él. Desde niño mostró afición por la música, me acompañaba a conciertos y tenía gran facilidad para los instrumentos musicales y un oído privilegiado para hacer arreglos. También es ingeniero de grabación.
¿Por qué es tan especial la peña cultural Pachamama?
Es un lugar fantástico que fusiona diversas culturas. Lo creamos hace 15 años y nos hace felices porque sentimos que es un pedacito de Bolivia en San Francisco. Atendemos de miércoles a domingo con música al vivo y bailarines profesionales de alto nivel. Además de ritmos bolivianos, el visitante puede disfrutar de flamenco, música brasileña, argentina, árabe, rusa y otras.
Nos han visitado grandes personajes del mundo artístico y político. Entre ellos Robin Williams y el alcalde de San Francisco. Por otro lado, ofrecemos platos de la gastronomía boliviana y últimamente también comida vegetariana, porque decidimos seguir esa tendencia. Hace 11 años toda la familia se volvió vegetariana y vegana, así cuidamos más nuestra alimentación.
Con deseos de volver
Lo que más extraña de Bolivia, según cuenta, es su familia, ya que sus hermanos viven aquí, además de sus amigos de barrio. También echa de menos las sopaipillas y las salteñas de su pueblo. En su opinión, la gente que vive en Bolivia debe sentirse como en el paraíso. “Aquí la vida es más calmada. Cada vez que vengo veo un progreso positivo”, afirma.
¿Cómo han sido estos años viviendo en Estados Unidos?
Al principio fue duro. Un cambio así es brusco para cualquier persona y toma tiempo adaptarse. La gente allá tiene poco tiempo para la familia, hay que estar siempre a las carreras, y se pasan largas horas en las carreteras. La bendición que tenemos es que vivimos en el mismo lugar donde trabajamos. Eso nos facilita.
¿Hizo un viaje sin retorno a EEUU o prevé volver a Bolivia?
Siempre está en mi mente volver, creo que en poco tiempo. Creo que la meta de todo boliviano que emigra y que cumple su ciclo, es volver a sus raíces.
¿Cómo se ve en 5 o 10 años?
Creo que ya cumplí muchas metas. Mis hijos ya están orientados. En algunos años más me veo retornando a Bolivia y disfrutando de su clima bendecido.
Apasionado por el charango
Con una mano en el corazón y la otra en su apreciado charango, Eddy Navía insiste una y otra vez en la importancia de seguir cultivando los ritmos bolivianos e internacionales con ese extraordinario instrumento musical y en defender su origen boliviano.
¿Cuántos charangos tiene y cuál es su preferido?
Tengo unos 20 charangos. Los de concierto son unos 4 o 5, pero ahora quiero llevarme otros más. Antes me dedicaba a coleccionarlos. Llegué a tener 32. Todos son especiales, pero tengo uno que está conmigo más de 30 años. Perteneció a don Julio Lavayén, un gran amigo y maestro del charango, exintegrante de los Kjarkas. También tengo un charango de los reconocidos Juan Achá y Alfredo Coca.
¿Siempre viaja acompañado de un charango?
Viajo con dos. Lo que sí debo admitir es que a veces soy descuidado y he llegado a perder algunos. Eso duele mucho porque cada charango tiene su timbre especial y es irremplazable.
Usted usa el charango para ritmos folclóricos de Bolivia, y también para música internacional, ¿Recibió solo halagos o también críticas por eso?
Sí, cuando salió nuestro primer disco, algunas personas un poco tradicionalistas me criticaron. Yo siempre he respetado la opinión de la gente y sé que hay personas que prefieren que se mantenga una estructura musical básica. Sin embargo, creo que hay que explorar nuevas cosas. Al tener contacto e interrelación con otras culturas se abren los horizontes de la música boliviana.
Fusión de músicos bolivianos y extranjeros
En su gira de conciertos por Bolivia, Navía está acompañado por su hijo, Gabriel además de músicos bolivianos y otros que llegaron del exterior como el destacado violinista libanés, George Lamman
¿Qué cualidad diferenciadora tiene el charango?
Siempre he dicho que el charango es un aporte de Bolivia para la música del mundo. Sobresale por sus notas brillantes, su dulzura y las diferentes técnicas que se pueden usar. Cuando uno toca música clásica con el charango, el sonido es tan limpio, puro y brillante que se diferencia de otros instrumentos. Con el flamenco tiene otro matiz. Lo mismo pasa con otros ritmos.
¿Qué tan valorado o no está el charango hoy en Bolivia?
He notado un cambio positivo en estos últimos 25 o 30 años. Antes poca gente lo practicaba, pero cuando estuve en Potosí para el concierto de los 1.000 charangos quedé sorprendido al ver a tantos niños y jóvenes. Eso necesita Bolivia, talento joven que esté listo para defenderlo, puesto que algunos países desconociendo la procedencia original de este instrumento musical, que es netamente boliviano, quieren mostrarlo como suyo. También urge más apoyo de las autoridades para dar espacios al talento artístico de los jóvenes.
¿Qué mensaje da a los jóvenes que disfrutan de la música?
Sean perseverantes y creativos. Se puede empezar imitando, pero al final uno tiene que poner la firma a sus obras y ser original. Hay una gran riqueza musical en el país, pero también una tremenda escasez de poesía. El poeta y el músico tienen que ir de la mano. Si tienen una linda melodía, busquen un buen poeta que le dé sentido a su canción
Algunas de sus experiencias más gratificantes dentro y fuera del mundo artístico
Reconocimientos nacionales e internacionales.
Eddy Navía Dalence recibió varias condecoraciones a escala nacional e internacional por su exitosa carrera musical de mano del charango. Recuerda con satisfacción el primer puesto obtenido en el Festival Mundial del Folclore realizado en Miami, donde participaron representantes de 47 países. Algo que también considera que le hizo ganar gran notoriedad a su aporte artístico es haber conocido a ‘Chuchito’ Valdés, un gran pianista cubano de jazz. “Con él grabé dos discos que resultaron nominados a los premios Grammy Latino en EEUU. ‘Chuchito’ Valdés visitó la peña Pachamama, escuchó el charango y ahí nació el proyecto. Grabamos los discos y no nos imaginábamos que iban a resultar tan exitosos”, afirma.
Un orgullo y un estímulo.
Estar nominado en dos oportunidades al Grammy Latino lo llena de satisfacción. “Fue un motivo de gran orgullo personal, pero sobre todo yo me sentí muy feliz por Bolivia porque realmente es muy importante que el país esté presente en este tipo de eventos, que son un gran estímulo para los artistas que cada año se esfuerzan en mejorar sus trabajos”, indica.
Deporte y familia.
Sigue apasionado por los deportes. Recientemente ganó un campeonato de raquet en el norte de California. “Ya no puedo practicar básquet ni voleibol, que tanto me gustaban, porque debo cuidar mis uñas para el charango. Los fines de semana para nosotros son los lunes y martes, y los pasamos en familia. Los otros días atendemos la peña Pachamama”.