“Me siento bastante contento por celebrar 60 años de actividad artística profesional, porque he podido cumplir con un deber tan importante para mi ser, que es amar a Bolivia, amar su música y haber abarcado todos los campos de la cultura”, afirma Ernesto Cavour, quien tuvo el mérito de haber demostrado que este instrumento es de origen boliviano.
En sus seis décadas de carrera, se debe recordar que Cavour también destacó como bailarín, compositor, investigador y escritor.
A poco de celebrarse el Día Internacional del Charango, La Guía conversó con este artista, dueño de un indiscutible talento para la ejecución del diminuto instrumento, el cual le dio las más grandes satisfacciones de su vida.
LG: ¿POR QUÉ ESCOGIÓ EL CHARANGO?
E: Porque en el charango se encuentra la gran diversidad de sonidos, cosa que no había, estaba muy limitado. El charanguito te daba una especie de arpita, con la que puedes saciar muchos malabarismos en la búsqueda de música, ¿no? Yo siempre he tocado imitando a la lluvia, a las montañas, el altiplano, el viento helado, las campanas de la iglesia, me he ido hasta el valle, la selva, he logrado imitar a todos los pajaritos, ha sido mi costumbre, nunca, digamos, me he dedicado a una sola música, más me he dedicado a cantar a las cosas nuestras, en este caso a los animales, las comidas.
LG: ¿QUÉ SATISFACCIONES LE DIO EJECUTAR ESTE INSTRUMENTO?
E: Muchas, porque para conocer más del charango he sido tocador de guitarra, he tocado arpas y me hice arpas, he llegado a inventar instrumentos, a escribir libros sobre el charango, su vida, sus costumbres y desventuras, y abrí el Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia. Ahora estoy preparando una sorpresa muy grande para Bolivia, esperamos que nos salga de acá a unos seis meses ese trabajo. Escribo también cuentitos e hice el primer método de charango, guitarra, quena, zampoña, guitarra, concertina, mandolina, intercalando con las poesías.
LG: ¿QUÉ SIENTE CUANDO TOCA EL CHARANGO?
E: Me gusta mucho, soy como un niño a veces, porque su sonido es muy interesante y a la gente le gusta y el potito de mi charango está sin agujerear y creo que es el último que no entró a la electrónica (sonríe).
LG: LA ENTREGA A ESTE INSTRUMENTO, ¿IMPLICÓ ALGÚN SACRIFICIO?
E: Sí, por el charango y por el museo hubo muchos sacrificios. Por ejemplo, el museo me ha quitado mucha vida, pero también me dio mucha alegría y satisfacciones. Mi mamá me decía siempre: “Cómo vas a ser músico, cómo vas a ser charanguista”. Y le prometí incluso no tomar y eso fue hasta mis 31 años porque luego me volví un ojo alegre terrible (sonríe).
LG: ¿CÓMO DEFINIRÍA SU ESTILO DE TOCAR EL CHARANGO?
E: Pues es muy particular, trato de ser costumbrista, soy tradicionalista, no busco ritmo para que bailen, sino para que llegue a la gente.
LG: ¿EL CHARANGUISTA NACE O SE HACE?
E: Yo creo que se hace y también nace (sonríe).
LG: USTED, ¿HA NACIDO O SE HA HECHO?
E: Yo definitivamente tenía que ser músico, el charango me impresionó y hasta ahora me sigue impresionando.
LG: ¿ADMIRA A ALGUNOS CHARANGUISTAS BOLIVIANOS?
E: Claro, sobre todo a las nuevas generaciones, en este caso a dos: a Donato Espinoza y Agustín Alonzo, son dos virtuosos. Y también admiro la fortaleza de los maestros Alfredo Coca, Alejandro Cámara y Celestino Campos. Y lo que hicimos este año fue cumplir con la Sociedad Boliviana del Charango 44 años de vida y justamente ahora está en las manos de una nueva generación. Nuestros grandes maestros han desaparecido, como Francisco Orozco, Isaac Rivas.
Los nuevos y jóvenes charanguistas son excelentes, hacen todo lo posible para seguir vigentes. Lo que pasa es que no hay fuentes de trabajo, se ha reducido el mercado y muchos factores hacen que ya no se dediquen a eso.
LG: ¿QUÉ OPINA DE LOS PAÍSES QUE QUIEREN APROPIARSE DEL CHARANGO?
E: Hay que considerar que Bolivia es el corazón de América y es una potencia musical, hay que ver el territorio que tenemos, todos los climas, desde montañas, valles, selvas, tenemos todas esas cosas, y eso es fantástico e incomparable.
LG: CAMBIEMOS LOS ROLES, ¿QUÉ LE PREGUNTARÍA USTED A ERNESTO CAVOUR Y QUÉ RESPONDERÍA?
E: Le preguntaría si va a llegar más lejos (sonríe) y diría que sí, que va a llegar muy lejos.
LG: ¿QUIÉN ES HOY ERNESTO CAVOUR?
E: Es un músico que ama su trabajo, que ama Bolivia con toda su alma y lo expresa en su Museo de Instrumentos Musicales, en sus composiciones, en las las cosas nuestras, y es muy amante al trabajo.
EL INCANSABLE TRABAJO DEL MUSEO DE INSTRUMENTOS MUSICALES DE BOLIVIA
Ernesto Cavour creó el Museo de Instrumentos Musicales de Bolivia en 1962 en su habitación de una calle del barrio del Gran Poder. Luego, cuando se dio cuenta de que a la gente le interesaba apreciar su colección de charangos, que él compró pieza por pieza, trasladó el museo a un departamento de su familia en la calle Sagárnaga. Sin embargo, según cuenta, tuvo que irse porque la familia le miraba “chueco”, como diciéndole “hasta cuándo vas a estar aquí”, por lo que trasladó el museo a la famosa y tradicional Casa de la Cruz Verde de la calle Jaén, donde el repositorio fue abierto en 1998 y continúa actualmente.
¿Qué balance hace de todo este tiempo de trabajo del museo? Bueno, estamos como 50, 60 años trabajando fuerte y con el museo tenemos mucha participación de gente, tanto extranjera como nacional, pero no alcanza a cubrir nuestros requerimientos porque cobramos barato, pese a eso seguimos en la lucha”, comenta.
El museo tiene piezas de gran valor, como las quenas de piedra y pitos de coca. Hay piezas arqueológicas de una antigüedad de entre mil y dos mil años. “El museo cuenta con instrumentos líticos, como las quenas de piedra. Muchos han dicho que en esta parte de América no había flautas, pero yo he encontrado quenas y reco-recos líticos de culturas anteriores a los Chichas, desconocidos, de la región de Los Lípez (Potosí). Tengo instrumentos tan exóticos, como pitos de varita, hechos de coco, naturales, que tienen una pepa y revolotean”, contó el maestro en una anterior entrevista.
RECORDANDO SUS APORTES
Ernesto Cavour fue bailarín de ballet clásico y folclórico. Dejó la danza por la música, a la que se dedicó con pasión y entrega. Con su arte, ha visitado toda Latinoamérica y Norteamérica. También viajó a la Polinesia, Irak, Japón y toda Europa.
Grabó 50 long plays y unos 20 discos compactos. Es autor de más de 300 composiciones, entre picarescas, de contenido social y costumbristas.
En materia musical, Cavour creó nuevos órdenes musicales, los wistáfonos e hifrófonos, que presentó al Conservatorio de Música de Alemania. También inventó 60 instrumentos musicales y escribió varios libros de métodos de ejecución y otros que contienen resultados de las permanentes investigaciones que realizó en este campo.
“Entre los instrumentos que inventé, sobresalen dos zampoñas cromáticas, una de tres filas, que la hicimos junto a Fernando Jiménez. Luego hice la de dos y realmente es fantástica, creo que en ninguna parte lo han hecho. El otro instrumento es la guitarra muyu muyu. Los invito a que pasen por el Museo de Instrumentos Musicales para que vean y también pueden pasar por el Teatro del Charango, donde actuamos todos los sábados a partir de las 7 de la noche junto a Rolando Encinas, que toca las quenas, y Franz Valverde, quien toca la guitarra muyu muyu. También tenemos conjuntos invitados, el precio es baratito, 20 bs.”, dijo.
SU PASO POR LOS JAIRAS
Otro momento memorable en la carrera de Ernesto Cavour fue, sin duda, su paso por Los Jairas, el emblemático grupo boliviano que puso en alto el nombre de la música nacional en el mundo en las décadas de los 60 y 70.
Los Jairas fueron los pioneros en abrir las puertas para que el folclore nacional se muestre en el exterior y para que posteriormente otros grupos viajen a Europa y Estados Unidos.
El conjunto vio la luz en junio de 1966 en La Paz en torno a Edgar “Yayo” Joffré, notable compositor que ha brindado auténticas obras maestras del folclore andino y que fue emulado por numerosos conjuntos musicales. La calidad artística que presentan los temas de Los Jairas no es casualidad, ya que este grupo se completó con personas de renombre artístico, como Ernesto Cavour, Alfredo Domínguez, Gilberto Favre, “El gringo” y el guitarrista Julio Godoy.
En 1966, Los Jairas participaron en el festival de Folclore de Bolivia, organizado en Cochabamba, con más de 60 aspirantes y fueron los ganadores con la canción “El llanto de mi madre”. De la mano de Violeta Parra, Los Jairas participan y ganan el 1° premio en el Festival del Folk de Chile, evento que fue su primera gira por Latinoamérica.
LG: ¿QUÉ RECUERDOS LE TRAEN LOS JAIRAS?
E: Huyy, muchos recuerdos, música linda que hacíamos junto a Alfredo Domínguez con su guitarra fabulosa, le decíamos el fatigas. Recuerdo también a Gilbert Favre, compañero de Violeta Parra, que nos ha dejado mucha música.
Como olvidarme también de Yayo Joffre. Estábamos con Los Jairas, Yayo tenía más antes otro conjunto, El cuarteto de oro, y esto también es una experiencia muy bonita porque cuando quisimos poner nombre a nuestro nuevo grupo, cuando ya tocábamos juntos en la Peña Naira, sugerimos varios nombres, pero nos quedamos con Los Jairas (sonríe).
LG: ¿QUÉ SIGNIFICA JAIRAS?
E: Flojos, fue una época memorable, en poco tiempo fuimos muy conocidos y famosos. Yo recuerdo que me subía al cerro, cuando todavía La Paz era una ciudad plana, y escuchaba que en las casas oían esa hermosa canción “El llanto de mi madre”.