martes, 2 de mayo de 2017

El charango, un instrumento que no tiene límites



Pequeño y hasta humilde frente a su altanera colega, la guitarra, el charango es un instrumento musical que, hasta hace poco, parecía uno más de los que pintaban de melodías las canciones nacidas en los Andes pero ahora, en la cúspide de su gloria, demuestra que es capaz de vencer hasta el más difícil de los desafíos.

Aunque existen variaciones en el número, sus cinco cuerdas dobles le dan posibilidades infinitas. Además de los ritmos propios de la música andina, puede imitar sonidos de otros instrumentos al extremo de prescindir de ellos. Por eso, cada vez son más comunes los conciertos en los que los ejecutantes presentan canciones con el charango luciéndose solo, sin ningún acompañamiento.

Sin duda, el hombre que más exploró las posibilidades del charango y las multiplicó al hacer variantes que pasaron de osadas a increíbles es Ernesto Cavour, el artista que tiene todo un museo para demostrar la riqueza del instrumento andino. Los cambios no solo permitieron ampliar el espectro melódico del cordófono sino dar paso a instrumentos derivados, prácticamente nuevos, así que el maestro se convirtió, también, en un inventor.

Algunas de esas variaciones se vieron en la plaza 6 de Agosto de Potosí el pasado 6 de abril, en ocasión del Día Internacional del Charango. El quirquincho, que en el pasado era el más utilizado para la fabricación del instrumento, fue reemplazado no solo por la madera sino hasta por huesos que, compactados, son utilizados para su caja de resonancia.

Entonces, el charango no solo es un instrumento musical sino también un espectáculo visual ya que tanto en la caja acústica como en el clavijero pueden verse tallados o extensiones. En la feria de Potosí, el más fotografiado fue uno que reproducía dos cuernos cuyas puntas se abren en direcciones opuestas.

Pero los artistas advierten que el material ideal para un charango es la madera. Si bien el instrumento se poetizó con el caparazón del quirquincho, el interior de esa cubierta animal no puede darle la resonancia adecuada. “El mejor material para el charango es la madera y, cuanto más delgada es la madera, mejor es el sonido que se logra”, dice Elizabeth Ballesteros, exintegrante de los grupos femeninos Qolqe T’ikas y Bolivia y que es considerada, actualmente, la mejor charanguista de Potosí. Y, con esa opinión, es fácil deducir que un charango que tiene tallados en su caja acústica puede ser un adorno o pieza de colección, pero jamás acompañará a un artista cuando ejecuta el instrumento.

Ballesteros trabaja en una nueva adaptación para charango de la “Marcha turca” de Mozart. La canción es el tercer movimiento de la “Sonata para piano No. 11 en La mayor” del célebre compositor austriaco y, hasta hace poco, era consideraba exclusiva del ambiente sinfónico pero otro ilustre maestro, Eddy Navía, la sacó de los salones para regarla en los fríos aires andinos. Así, la “Marcha turca” en charango se convirtió en uno de los clásicos del famoso conjunto Savia Andina y hoy es uno de los desafíos para los ejecutantes del cordófono. Pocos pueden ejecutarla y se la pudo volver a escuchar en la clausura del XXI Primer Festival Internacional “Potosí cuna del Charango”, que se realizó en la Villa Imperial del 19 al 21 de abril recién pasados.

En esa ocasión, quien interpretó el famoso arreglo de Navía fue Manuel Cadenas, el hijo del presidente de la filial potosina de la Sociedad Boliviana del Charango, Antonio Cadenas, quien arrancó nutridos aplausos de la concurrencia. Fue cuando Ballesteros reveló que trabaja en una adaptación que busca acelerar todavía más los movimientos de Navía.

En su versión de piano, la “Marcha turca” es una melodía rápida porque imita el sonido de las bandas de jenízaros y eso la hizo difícil para otros instrumentos. Por eso es que se considera que la adaptación del excharanguista de Savia Andina es una hazaña. Empero, si la canción es difícil para piano, lo es todavía más en charango porque requiere rápidos movimientos de los dedos entre las cuerdas que son dobles; es decir, dos que van muy juntas, como si se tratara de una sola. Una interpretación más rápida es imposible, pero Elizabeth está empeñada en lograrlo. “La voy a estrenar en un concierto”, anuncia.

El festival

Desde hace 21 años, la Villa Imperial es la sede del Festival Internacional “Potosí cuna del charango” cuyo objetivo principal es reivindicar el origen del instrumento. Debido a su carácter internacional, cada año se invita a charanguistas del exterior y en la versión de 2017 se pudo apreciar el talento de Cristian Reyes, de Chile; Fredy Gómez, de Perú, y Miguel Vilca, de Argentina.

La participación de artistas de otros países permite comprobar que el instrumento tiene variantes según el lugar donde se lo interprete. Así, los chilenos se distinguen por la ejecución de cuecas en ritmo más rápido que las bolivianas; los peruanos utilizan el charango para yaravíes y melodías tristes, mientras que los argentinos pueden reemplazar al bandoneón cuando charanguean sus tangos.

Y ahí también se verifica el carácter ilimitado del charango: por más exótico que sea, no hay ritmo que un maestro no pueda adaptar a esa vihuela andina. Por eso, no es de extrañar que el instrumento haya sido mejor recibido en Japón que en otros países de América. Entre los más prestigiosos maestros del charango están Daiji Fukuda y Makoto Shisido, este último integrante de los Kjarkas.

Con la variante de ritmos, el internacionalismo del festival potosino estuvo marcado y la gente que llenó todas las noches el teatro IV Centenario quedó encantada tanto con los visitantes como con los maestros bolivianos. “Consideramos que ha sido un éxito. Para nosotros esto ha sido muy satisfactorio y nos da fuerzas para organizar mejor las siguientes versiones”, dijo Antonio Cadenas.

Los invitados solo tuvieron palabras de elogio para el festival de 2017. “El nivel de este año ha sido altísimo. Los charanguistas de aquí, de Potosí, deben estar orgullosos porque se han preparado muy bien. Todo el pueblo potosino debe estar orgulloso de sus propios charanguistas”, dijo el chileno Cristian Reyes. El único invitado que no pudo asistir fue el maestro potosino Donato Espinoza, que radica en la Paz. Mediante fotografías y un mensaje grabado que fue enviado por redes sociales, explicó que se enfermó de repente y debió internarse en el hospital Arco Iris de la sede de gobierno. “Tengo todo el interés de ir uno de estos días y brindarles un concierto con todo el cariño de este charanguito potosino, charanguito boliviano”, dice en el mensaje con una voz que podía notarse algo raspada. Y si no pudieron suplir la ausencia de Donato, los otros invitados brillaron por lo que son, maestros del charango con nombre y luces propias. Uno de ellos, que tuvo el privilegio de cerrar el festival, fue Saúl Callejas que, tras el cierre, debió tomarse fotografías con la gente y firmar autógrafos durante varios minutos.

Al dejar el teatro, los charanguistas no se imaginaban que la jornada de cierre se repetiría, así sea en privado, en “Michi Wasi”, un pub potosino que funciona en la calle 1º de Abril y, según dicen sus administradores, está abierto a las iniciativas culturales.

Allí se fueron los artistas que literalmente llenaron el local y empezaron a ejecutar el charango, uno tras otro, con la confianza de encontrarse entre hermanos.

Entonces fue posible comprobar que la hermandad artística no es de dientes para afuera ni por puro formalismo. Los charanguistas tocaron para ellos y se lucieron. Manuel Cadenas volvió a sorprender con su versión de la “Marcha turca” y Fredy Gómez casi arrastra al llanto con sus tristes ayacuchanos.

Saúl incluso dejó el charango por unos momentos y tocó la guitarra. Pero el que los une es el cordófono andino, ese que nació en Potosí en el siglo XVI y que ahora se expande melódicamente por el mundo porque —comprobado está— no tiene límites. •

Nació en Potosí

El domingo 26 de febrero de 2006, cuando el cantante irlandés Paul David Hewson visitaba Chile, el entonces presidente de ese país, Ricardo Lagos, le regaló un charango afirmando que ese era un instrumento musical chileno.

Hewson es famoso en todo el mundo. Conocido por su nombre artístico de Bono, es el líder y vocalista del grupo U2 y se vio envuelto en una polémica debido a que el Gobierno boliviano reaccionó frente a lo sucedido y aclaró públicamente que el charango es de este país.

La reacción estuvo encabezada por el entonces viceministro de Cultura, Edgar Arandia, quien envió una carta a Bono con los argumentos de la Sociedad Boliviana del Charango (SBC) que sostiene, desde siempre, que el charango tiene su origen en esta parte de América.

La polémica no es nueva.

Debido a que el charango se extendió por los países andinos, se adaptó a sus ritmos y adquirió formas variadas. En la década del 70 del siglo XX, Perú, Chile e incluso Argentina se adjudicaban la paternidad del instrumento.

Más allá de las referencias de los cronistas coloniales, que no son del todo explícitas, Perú se apoyaba en la evidencia de las portadas de algunos de sus templos en las que aparecen sirenas charanguistas cuya antigüedad corresponde al siglo XVIII.

Sin embargo, en Potosí existen hasta dos templos en los que aparecen esas sirenas. Uno de ellos es el de Salinas de Yocalla, que data de 1747, y el otro es el famoso templo de San Lorenzo de Carangas, ubicado en la capital potosina, que comenzó a construirse en 1548.

La defensa del charango motivó el nacimiento de la SBC, el 6 de abril de 1973. Los fundadores de esta sociedad fueron Ernesto Cavour, William Ernesto Centellas y Abdón Cameo, quienes tenían el propósito de defender al instrumento andino como patrimonio cultural boliviano. Con esa finalidad se dedicaron a investigar y presentaron los resultados de sus trabajos en congresos internacionales convocados por la SBC en la que otros artistas, incluso de Perú y Chile, se rindieron ante la evidencia.

Tras largos años de investigación, Cavour publicó en 1980 el libro “El charango. Su vida, costumbres y desventuras”, en el que no solo demuestra que el charango es boliviano sino que nació en Potosí en el siglo XVII.

El maestro refiere que en el año 1616 Potosí contaba con un coliseo para representaciones de teatro indígena y obras de clásicos españoles en el que artistas cantaban y bailaban al son de vihuela o guitarras, “instrumento que se adentró al corazón del nativo boliviano y dio origen al charango después de librar procesos de aculturación o transculturación”.

Detalló que el charango boliviano tiene su origen en la antigua vihuela de mano, cordófono español introducido a la América durante la Colonia, época en la cual la Villa Imperial de Potosí empezaba a surgir a consecuencia del descubrimiento de la plata en el famoso Cerro Rico.

Debido a la explotación de la plata, Potosí era el centro económico del mundo conocido en el siglo XVII y, por eso, las artes también se concentraban en esa ciudad. Fue por eso que Francisco Tito Yupanqui talló la imagen de la Virgen de Copacabana en la Villa Imperial y aquí escribió Alonso Barba “El arte de los metales” que sigue siendo el manual básico de la metalurgia.

En Potosí nació el barroco mestizo y la vihuela se convirtió en charango. Así, el instrumento fue llevado a otros lugares del Virreinato del Perú, que lo adoptaron como propio.

Hoy en día, Potosí reivindica su condición de cuna del charango con un festival anual y un conjunto de leyes que incluyen el decreto del 21 de julio de 2006, que lo declara patrimonio cultural de Bolivia, y la declaratoria del 6 de abril como día internacional de ese instrumento en homenaje a la fundación de la SBC.

La ordenanza municipal que declara a Potosí como cuna del charango fue elevada al rango de ley municipal en este abril.



No hay comentarios:

Publicar un comentario