lunes, 11 de septiembre de 2017

Guísela Santa Cruz: “El folclore es para siempre”


Guísela Santa Cruz tiene 42 años de vida y 28 de carrera. Su historia es la de la niña con aptitudes para el canto, que quería ser una gran estrella de los escenarios. Pero siempre hay aspectos que hacen interesante el relato y, en el caso de la artista cruceña, no es la excepción.

Lo suyo es una vida entregada a la música. Razones tenía desde pequeña para ello, pues no solo sus padres eran músicos, sino también otros miembros de su familia. En caso de Guísela, se puede decir que gran parte de su éxito se debe a la negación. “Mi padre, al igual que mis abuelos, pertenecía a una iglesia evangélica. Mi madre cantaba y mi padre hacía la música. Cuando tenía 7 años, una vez me encuentra cantando El aguilillo, me dio una guasqueada que hasta ahora me acuerdo de como dolió”, afirma.

“Desde que tengo memoria, deseaba ser cantante, pero mi padre no quería, aunque finalmente fue el que me dio el principal apoyo. Nunca me dijo sos buena, ni cantas hermoso. Es más, cuando gané mis primeros concursos, no permitía que me la creyera”, añade.

Perserverancia
La intérprete de Imitación de hombre y Misterios del corazón no se considera una aventajada con respecto a otros artistas que no han alcanzado el nivel de popularidad al que ha llegado, pues todo lo atribuye al compromiso con el trabajo y a la perseverancia. “Uno puede decir Dios proveerá, pero también hay que levantarse a trabajar como una hormiguita. Yo todos los días lo hago con esa convicción y le busco a la vida, bicicleteando. Porque si uno se queda sentada a esperar a que lleguen los contratos, está medio difícil”, expresa.

Ella es consciente de que los tiempos han cambiado y que un artista ya no puede vivir de las ventas de discos. En el caso de Guísela apuesta más a los contratos por presentaciones. En todos los años que lleva viajando por todo el país ha podido percibir que en el occidente les interesa escuchar mucho la música del oriente boliviano. “Cada concierto termina siendo un 90% con repertorio de música oriental. La misma gente me exige y quiere escuchar taquiraris y carnavales. Por lo que conozco de toda mi experiencia, puedo decir que al público del occidente le gusta más la música oriental que al mismo habitante de esta región”, asegura.

Cuando comenzó como profesional, Guísela Santa Cruz tenía 14 años y desde entonces no paró, salvo el periodo en el que se dedicó a estudiar Ingeniería Comercial, cuando bajó la intensidad en su vida de artista. “Aunque sigo con la música, decidí sacar mi título porque no sé cómo pueden venir las cosas en esta carrera. Lo bueno es que el folclore, mientras más vejo, se hace más tradicional, más apegado a la gente. La música de moda es muy cambiante, es pura tendencia, pero el folclore es para siempre”, asevera.

Ama el folclore, pero no se cierra a fusionarlo con ritmos de moda. A pesar de que recibió críticas, como también elogios por haber realizado una versión del éxito mundial Despacito, no se arrepiente de haberlo hecho, porque fue una inquietud suya y opina que le salió bonita.

Una vida
Guísela está casada desde hace 19 años con Marco Antonio Zankyz. Su historia de amor empezó un 20 de julio de 1997, cuando una amiga los presentó. Desde entonces, la cantante y Marco no se separaron, y ahora conforman una familia junto a Tiziana, la niña de sus ojos, de nueve años.

Todo hace pensar que la pequeña seguirá sus pasos en el canto, incluso con características distintas a las de su madre. “Hace cosas que yo no hacía a su edad, como el falsete; imposta muy bien la voz, tiene mucha fuerza y hace vibrato cuando quiere”, comenta.

Durante el desarrollo de su carrera y desde muy temprana edad, Guísela fue buscando su color, su forma y su estilo. Y afirma que lo encontró. A pesar de que muchas veces la mencionaron como la sucesora de Gladys Moreno, nunca dejó que eso la mareara. “Siempre fue un halago, esa comparación me hacía ver las cosas diferentes y me motivaba, pero nunca lo sentí como una presión”. Le duele recibir críticas negativas, pero sabe diferenciarlas cuando vienen con mala intención. “A veces me enojo, pero al final me hago la ‘locanga’ y sigo viviendo. Eso sí, me duele la ingratitud”, finaliza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario