Desde hace más de 500 años, el charango es parte inseparable de la vida de los aiquileños; los acompaña en penas y alegrías. Aiquile es la capital del instrumento, cada año produce alrededor de 400 instrumentos del país y de mundo.
Los charangos de Aiquile se envían desde el cono sur de Cochabamba hasta países como Ecuador y Perú destacó el responsable de Cultura de la Alcaldía, Iván Molina.
Los artesanos se toman hasta tres días en hacer un charango, según la complejidad. Hay instrumentos que pueden llevar grabados. Se venden desde 500 a 7.000 bolivianos.
Este instrumento típico del folklore andino se originó en Potosí, durante la colonia, pero Aiquile se convirtió en su capital por la calidad de sus intérpretes y de los artesanos.
El charango tuvo su “época dorada” en 1920 en Aiquile y, desde 1984, organiza la Feria y Festival Internacional del Charango para posicionar la calidad de los instrumentos hechos en esta tierra, recordó Molina.
Explicó que la calidad se alcanzó porque los artesanos perfeccionaron su técnica. Entre ellos resalta el talento de Isidoro Balcón, Víctor Pérez, Luis Soto, Pedro Soto y otros, que fueron una escuela para varios que continúan con la tradición de fabricar instrumentos en el municipio.
El éxito del charango aiquileño también se debe a los árboles de naranjillo, laurel, naranja y otras siete especies que son propias de Aiquile. Su madera es ideal para un buen sonido del charango. Sin embargo, también provocó la deforestación indiscriminada, por lo que el municipio vetó la deforestación en algunos bosques y reforestó 1.200 plantines de naranjillo.
La “época dorada” del charango aiquileño fue entre los años 80 y 90. El charango más representativo de Aiquile es el hualaycho con el que se toca el tradicional kaluyo aiquileño que se acompaña con guitarra y acordeón.
El museo de Aiquile, ubicado a 217 kilómetros de la ciudad, conserva los 255 charangos más representativos y ganadores del festival. (Agencias)
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