Un grupo de músicos está empeñado en que la obra de Jechu Durán siga cumpliendo con el objetivo que el compositor le dio: establecer un nexo entre el pasado y el futuro para que la tradición no solo se mantenga vigente sino que también se convierta en una herramienta de transformación del futuro. Por eso estos músicos se han unido a Gabriela, la hija de Jechu, para celebrar el que hubiese sido su 65 cumpleaños del compositor de no haber fallecido en 2014, con un concierto homenaje, el próximo viernes en el pub La Luna, en el que van a tocar 15 canciones más representativas de las más de 100 que escribió.
Un escenario pequeño y por lo tanto íntimo, muy en la onda de un músico de espíritu siempre joven al que le gustaba festejar, celebrar con los amigos en su casa, compartiendo de una manera fraterna, enseñado mucho pero también aprendiendo y buscándole siempre la vuelta a su música, que en realidad no era suya sino de todo un país. Quienes van a tocar el viernes disfrutaron de ese espíritu abierto de Jechu. Cuatro de ellos, el pianista Freddy Mendizábal, la cantante Ximena Martínez, el guitarrista Pachi Aliaga y el baterista Marcelo Bazán grabaron con él en 2009 la segunda versión de Explicación de mi país, su disco más conocido, cuya primera edición se publicó en 1984 y que consiste en una cantata con 10 temas que componen un relato poético de momentos y lugares importantes de Bolivia.
Las cuecas, los huayños, los bailecitos, las pocas y las kullaguadas a las que Jechu imprimía esos “ritmos lentos, melodiosos, con una armonía especial y un muy buen armado”, según dice Aliaga, sonarán fusionados con otros sonidos, como a él le gustaba que fuese. “Los músicos somos muy diferentes: ellos tienen mucho de jazz y de folklore, alguno viene del conservatorio. Yo soy más autodidacta, como era mi padre, y me inclino más por el pop y el rock de los 80, los sintetizadores y la cumbia”, dice Gabriela. El repertorio incluye canciones de los discos de Jechu El repatriado (1989), Duendes (2005) y La alfarera (2008) pero la mayor parte se compone de las canciones de Explicación de mi país y se escucharán con la instrumentación más amplia y los arreglos más contemporáneos y más sofisticados de la segunda grabación de esta obra. “Tampoco puede sonar exactamente igual que en el disco, pero claro que vamos a respetar su toque, su particularidad, porque estos temas tienen espíritu, alma. Por ejemplo, él usaba muchas armonías de voces y estamos tratando de que se escuchen bien en el concierto”, asegura Aliaga.
Amigos. Jechu con Freddy Mendizábal (en primer plano), dos de los muchos músicos con los que colaboró activamente. Foto: Gabriela Durán
Estos sonidos que muchos podrían considerar ya antiguos mantienen su encanto, según afirma Gabriela: “La composición, los arreglos, la elección de los estilos… todo sigue sonando muy contemporáneo. Los músicos jóvenes que lo han escuchado me han comentado cosas muy buenas. Yo creo que es por cómo usa los recursos sonoros diferentes, que refleja el mestizaje del que todos estamos hechos. Mi papá siempre se sintió muy identificado con sus raíces indígenas, pero también con las españolas”. La música de Jechu no envejece y, de hecho se está adaptando a la globalización. Los masters originales de los discos se perdieron, pero Gaby ha digitalizado algunos partiendo del vinilo para subirlos a internet. En el sitio web bandcamp —jesusduran.bandcamp.com/releases— ya se puede escuchar en streaming o descargar en varios formatos y gratuitamente El repatriado, y la hija del compositor anuncia que esta misma semana va a subir la primera versión de Explicación de mi país. Para más adelante queda una posible reedición de las canciones, a las que Gabriela quiere dar su propio “toque”, “un poco electrónico”, lo que requiere de tiempo porque “tiene que ser algo muy bien trabajado, no puede reducirse a copiar y pegar”.
El internet se convierte así en una forma moderna de continuar con la fijación de Jechu de compartir su música y compromiso social. Él lo hizo con sus letras y fundando y animando el Taller de Música Popular Arawi, además de con su trabajo a favor el desarrollo, en la ONG Semta, que él fundó y con la que llevó adelante numerosos proyectos en las zonas rurales de la cordillera de La Paz. Porque para Jechu Durán la música y el desarrollo tenían mucho que ver entre sí: como músico, como gestor cultural y como sociólogo y agrónomo que también era, su pasión fue juntar a la gente y animarla a que aportaran a que la música y los derechos humanos alcanzaran a todos en Bolivia. Por eso aún los músicos se siguen juntando para recordarle y para poner en práctica sus enseñanzas. En definitiva, para celebrarle el 65 cumpleaños porque aunque físicamente él ya no esté, su presencia permanece en la música que sonará el viernes.
Amigos. Jechu con Óscar García. Foto: Gabriela Durán
La cultura apropiada
Óscar García - músico
Cortar el pollo en trozos, no muy grandes, delicados. Como si lo hiciera el destripador de Londres con destreza de cirujano experto y noble. Pensar, pensar en los ingredientes que pudieran suplir a los del afamado pollo al vino francés, el coq au vin. Pensar en las dificultades por las que habrán pasado las familias sin plata ni título antojadas, en Sucre, de esta “gourmetez”, en medio del siglo XIX, para conseguir vino y verterlo en una olla.
Pensar que siempre es posible la innovación. ¡Ah! ¿Y si en lugar de vino se usara chicha? ¿Y en lugar de coq au vin se bautizara esta delicia como coq’o? Quizás la escritura no le haga honor a cómo suena la palabra coq’o, y menos aún a cómo sea su sabor.
Ese es el lugar de las culturas apropiadas. El lugar que corresponde a las sociedades en procesos continuos de hacerse únicas, locales y por ello, profundamente universales. En ese platillo delicioso, el más aclamado de Sucre en un tiempo, estuvo la mano de la mamá del Jechu, del Jechu Durán. Y en medio de los vapores saliendo de la cocina, y en medio de los aromas a buganvillas y jazmines, el Jesús Durán Bejarano imaginando entre los patios y el huerto. Y entre él y las flores, una guitarra dejándose llevar hacia la cueca lenta o hacia lo ternario vigoroso del golpe de un bailecito chuquisaqueño.
Y de pronto surgen rojos claveles fuertes y preñados de historia, surgen cuecas con firma melódica, textos escritos desde convicciones antes que desde la aventura difuminada del lenguaje. Desde esos lugares frágiles para la memoria se desarrolla y propone una explicación de mi país alrededor de pensadores como Zavaleta Mercado y también, por supuesto, de lecturas como la obra de Saenz, de donde proviene una de sus cuecas que ahora bailan solas: Las ninfas. Es bueno recordar, conocer y disfrutar ahora, de sus músicas. Porque vienen de las grietas necesarias del arte, de las fisuras de donde salen todas las huellas, no los caminos.
Complicado que no esté por ahí ya en cuerpo, a pie, en moto, flotando. Proponiendo re versionar parte de sus canciones. Explicación de mi país, por ejemplo, que cuando se hizo en su primera versión, a ocho canales en un edificio a medio construir (que ahora tiene respirando a un hotel de no sé cuántas estrellas y no sé cuántos chefs preparando homenajes culinarios a diestra y siniestra), hubo mucho nerviosismo y singani a granel, muchas ganas, mucha creatividad y vigor, convicción.
En esos tiempos el olor de los dominios militares podía cubrir las calles y los recovecos de las ciudades, podía entrarse a las quenas y salir en forma de melodía. Pero no fue así. Lo que salió fue un disco poco escuchado y muy trabajado. De ahí quedan canciones largamente, luego, claro, interpretadas y homenajeadas por personas que lo abrazaron alguna vez, por personas que desde lejos lo escucharon cantar y por algunas que ni lo vieron ni lo escucharon ni nada.
Y está bien. Se hacen homenajes a los santos y a las santas y nadie sabe a ciencia cierta si fueron de verdad. Jesús Durán Bejarano fue un boliviano de verdad. No cabe duda.
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