martes, 22 de diciembre de 2015

Retratos de la embajadora de la canción boliviana



Nueve discos no alcanzan para medir la magnitud de la estrella por excelencia de la canción boliviana. Y a pesar de la hegemonía occidental cultural reinante en el país hasta mediados del siglo XX, fue la voz de una mujer cruceña la que se mostró capaz de unificar en una sola ovación a cambas, collas, chapacos, chaqueños y vallunos. Gladys Moreno, la Embajadora de la Canción Boliviana, como se la nombró en 1962, dejó un legado que tiene muchos aliados para no caer en la batalla contra el olvido.

Edson Hurtado es uno de esos aliados. Escritor y gestor cultural, actualmente se desempeña como el jefe de la Oficina Regional del Ministerio de Culturas y Turismo en Santa Cruz, desde donde ha impulsado una serie de actividades para que la figura de esta estrella no se quede en la sombra, contagiando su entusiasmo a otras autoridades, artistas y ciudadanos que han colaborado de corazón.

La más reciente contribución en esta batalla es el emotivo documental La voz del alma, dirigido por Roberto Dotti, un homenaje a la cantante nacida en Santa Cruz de la Sierra el 28 de noviembre de 1933, hija de Rómulo Moreno y de Hortensia Cuéllar.

No son un montón de datos numéricos los que se encontrarán en esta producción que implicó un año de investigación en seis departamentos y con la colaboración de 37 fuentes. En su metraje se hallarán diferentes aspectos de la vida de la artista, desde su vida familiar, su carácter, su presencia en escena, su vestuario, sus defectos y sus virtudes en ojos —y voces— de quienes la conocieron.

El trabajo impulsado por el Ministerio de Culturas y Turismo y realizado por la productora El Viento BolAr se caracteriza además por tener imágenes inéditas de presentaciones de la cantante, así como fotografías y grabaciones que, en pocos segundos, muestran la impresionante voz y presencia de la condecorada con el Cóndor de los Andes en 1979 por la entonces presidenta Lidia Gueiler.

“Los collas me quieren más que los cambas”, llegó a decir Moreno alguna vez, y es que —como describen varios de los entrevistados—, su llegada implicaba carteles de bienvenida en los aeropuertos, demostraciones de cariño y admiración. Cada segmento de esta producción tiene un gran valor documental.

“Vino un señor a la oficina cuando se enteró de que estábamos produciendo un documental y nos dijo: “Yo tengo una imagen de doña Gladys cantando en mi boda”, cuenta Hurtado.

Viendo el documental, uno se va dando cuenta que la magia de Gladys Moreno no radica solo en la voz: la música tradicional misma de su pueblo es la que la crió. En un ambiente familiar artístico, empezó desde niña a cantar chovenas y taquiraris; en la escuela ya despertaba la admiración de sus compañeros en las horas cívicas y a los 13 años tuvo un debut oficial en una función de beneficencia. De ahí, la historia crece en un aluvión de éxitos. “Grabó su primer disco cuando todavía era adolescente; fue en 48 revoluciones bajo el sello Méndez (1948). Desde entonces comenzó su vida artística al actuar en espacios como el tradicional La Pascana, en Santa Cruz, con taquiraris y cuecas. Posteriormente grabó en el Brasil para la RCA”, reseña el Diccionario Cultural Boliviano de Elías Blanco.

El otro lado del video es el aspecto íntimo, la mujer de su casa; la Gladys que era experta cocinera, la que celebraba en grande su cumpleaños, la que gustaba de fumar. “Pero es curioso, yo hallo que otro de sus grandes aportes fue justamente romper con las limitaciones que tenían las mujeres en el ámbito artístico y la bohemia”, cuenta su hija, Ana Carola Tomelic, principal fuente del audiovisual.

Con tanta música y tantas vivencias, esta producción fílmica es la cereza de la torta de una serie de acciones para reivindicar su figura. Ya en 2013, el museo que se instaló en la casa de la cantante pasó a depender del Ministerio de Culturas, pues el repositorio dejó de atender a los pocos meses de su inauguración. Ahora la casona de la calle Murillo 119 alberga no solo a las oficinas de esta entidad estatal, sino que su patio ha servido para la promoción de diferentes artistas en conciertos gratuitos.

“Santa Cruz y Bolivia tienen una deuda con Gladys Moreno, deuda que poco a poco vamos saldando. Ya comenzamos con el monumento en su honor realizado el año pasado por el escultor Juan Bustillos, ahora este documental. Quisiéramos también que una calle, o una plaza lleve su nombre. El objetivo es el rescate de su obra y difundir su herencia a las nuevas generaciones”, agregó Hurtado.

La Gobernación cruceña también se sumó al carro de festejos y en noviembre organizó en La Manzana Uno, un evento para conmemorar los 80 años de la desaparecida “Embajadora de la Canción Boliviana”, con música, arte y fuegos artificiales.

Gladys Moreno murió en su amada Santa Cruz de la Sierra la noche del jueves 3 de febrero de 2005, por un infarto. Su voz y su imagen sobreviven: están sus nueve discos, su estatua, sus fotografías y este documental que se transmitirá por televisión abierta y se mostrará a escolares y universitarios. Y es que todos los bolivianos tenemos el derecho de verla y escucharla en escena, aunque sea a través de un video.

Gladys, la más grande

La escritora cruceña Paola Senseve destaca el valor testimonial y emotivo del documental presentado sobre la emblemática cantante

Paola Senseve T. - escritora

A Gladys Moreno no la conocí en la infancia hogareña, ni en el colegio; fue en mi avanzada juventud. No recuerdo cómo ni dónde, pero lo primero que me impresionó de ella, aparte de su voz, fue su capacidad de asumirse como lo que era y con todo lo que representaba. Sin tapujos ni falsas modestias ella decía: “Yo uní collas y cambas con mi voz”. Gran cosa.

En estos días se estrenó el documental Gladys Moreno, la voz del alma, dirigida y guionizada por el periodista Roberto Dotti. Se trata de un trabajo precioso porque es uno de los pocos documentos que existen sobre la artista más grande que vio y escuchó Bolivia. La investigación está conformada por entrevistas a 38 personas que durante 52 minutos develaron pequeños grandes secretos y le dieron forma a un perfil emotivo de la cantante.

Entre todas las fotografías, audios y videos que este trabajo sacó a la luz, dos me conmovieron y asombraron por dejarme ver la fuerza artística de Moreno y su entrañable sentido del humor. Se trata de un video de pocos segundos que mostraba a una Gladys avanzada en edad, vestida de un saquito rojo, cantando un tango con un acting muy intenso y sentido. En el otro video ella estaba cantando en una boda; al terminar la canción, felicitó a los novios y devolvió el micrófono diciendo: “Que pase otro aficionado”.

Sin embargo y al margen de las cualidades del documental, me quedó la impresión de un guion desordenado, tal vez porque la información era escueta y desigual, prueba de dos cosas: la fuerte tradición oral en Santa Cruz, lo que funcionaba bien en los pueblos pequeños, y la falta de atención apropiada que se le dio a la figura de Gladys, la única en una época donde ser mujer y artista, por supuesto, era mil veces más difícil que en la actualidad. Por otro lado, no entendí la relevancia de algunos entrevistados, ya que la información sobre ellos no era precisa. Los recursos visuales y de sonido tal vez no eran perfectos y las partes ficcionales me parecieron sobrantes; pero sí pude sentir la esencia de Moreno y, por ello, emocionarme de sobremanera.

Ya imaginaba que Gladys era una mujer fuerte, imponente, decidida, una mujer que sabía que su arte tenía un valor y no le daba miedo decirlo; no le daba miedo decir nada. Pero luego de ver el documental, tengo la certeza de que personajes como ella aparecen muy pocas veces en la historia.No era una doña, no era una dama perfecta, podía darle puños a cualquiera, fumaba, tenía un gran sentido del humor y se amaba. Sí, se amaba. Se sabía grande.

Gladys Moreno es la vida y obra que siempre me recuerda las hermosas cosas que tiene Santa Cruz, haciéndome sentir como nunca, orgullosa de ser camba (también). Espero que este esfuerzo de los realizadores, del Ministerio de Culturas y la Fundación del Banco Central de Bolivia, sea ampliamente difundido, que se muestre en los colegios y universidades, porque la construcción de nuestra memoria colectiva y autoestima pasa por detalles gigantes como el rescate y valoración de nuestros artistas.


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