Los intelectuales del país se aproximan al huayño zapateado con una extrañeza y una curiosidad peligrosamente parecidas a las que les produce la lucha libre de cholitas en El Alto. Si aceptamos que el huayño, en sus diferentes variantes y manifestaciones, es la música popular andina por antonomasia, debería llamar poderosamente la atención que su versión zapateada no haya sido más estudiada, investigada y difundida, que no haya recibido más atención de ciertos sectores de la sociedad. Este hecho indica que, a pesar del llamado proceso de cambio, Bolivia sigue estando fuertemente estratificada. Muchas expresiones culturales están totalmente excluidas y discriminadas.
ENTRE LO RURAL Y LO URBANO
Aunque todo el fenómeno del huayño zapateado está más relacionado con una genuina industria que con una búsqueda puramente artística y creativa, se ha convertido en un elemento fundamental de la cultura andina contemporánea, siendo testimonio de ese contante contacto entre lo urbano y lo rural, entre lo mestizo y lo indígena, entre lo occidental y lo “periférico”. A primera vista, el movimiento del huayño zapateado, con sus seductoras cholitas, sus cómicos cholitos, sus grupos electrónicos, sus precarios video clips, parece que generara productos en serie, que siguen casi mecánicamente una fórmula, con mínimas variantes, que están diseñados para cumplir con las necesidades de un mercado específico. Sin embargo, es una fuerza transgresora en el panorama artístico cultural boliviano, muy probablemente sin haberlo buscado. Este género tiene un discurso.
Su altísima popularidad se traduce en multitudinarios conciertos y puede sorprender que, en los comentarios que se hacen de sus videos en YouTube, se identifiquen fans que siguen el movimiento desde diferentes rincones del mundo, desde Alaska hasta Israel, desde Buenos Aires hasta Madrid. El huayño zapateado tiene el éxito comercial que sólo los grandes del folklore y de la cumbia boliviana han logrado. Hace parte importante de la gran banda sonora de la vida en la zona andina, pero también de la migración.
Si asumimos que una parte importante de la propuesta y del discurso de la música popular en general está en sus letras, escuchar con atención la lírica del huayño zapateado debería revelar la importancia de este género. En Bolivia, durante las últimas décadas, la música popular ha dejado mucho que desear a nivel de letras...
Cualquier tipo de renovación es saludable. A partir de la propuesta estética y musical del huayño zapateado, se podía esperar un discurso lírico transgresor. Lamentablemente, como nos lo confesó Carmelo Gutiérrez, director de la productora cochabambina CG Records –especializada en el género-, pocas veces las letras son trabajadas con cuidado y atención. Por tanto, buena parte de los hits de huayño zapateado se componen de un puñado de versos y un estribillo que se repiten un par de veces.
TEMAS AMOROSOS
En cuanto a temática, como la gran mayoría de la música popular, se concentran en temas amorosos, por lo general relacionados con la conquista, con el despecho o con la infidelidad. Por ejemplo, en “Suspiros de amor”, Las Conquistadoras cantan: “A mi corazón le debes 2500 suspiros/ Si alguna vez me has pagado/ Enséñame tus recibos”. Logran imágenes más dramáticas cuando dicen: “¿Acaso para que me quieras/ te puse puñal en el pecho?/ ¿Qué te costaba decirme/ ‘cholita yo soy casado?”. Por su lado, Lenny y Las Cautivadoras y Los Diamantes asumen la fatalidad que puede implicar una relación amorosa: “Mala hierba, te cruzaste en mi camino/ arruinando mi destino/ la ilusión de amar y vivir”.
En ese mismo sentido, pero con un giro mucho más creativo, ambiguo, denotando una especie de generosidad amorosa, en “Cáncer de amor”, Las Consentidas cantan: “En la sala de un hospital estoy postrada/ tengo cáncer de amor/ Poquito a poco me estoy muriendo/ No sientas pena por mí/ Ni menos compasión/ La vida es así/ Tal como lo quiso Dios/ Desde el cielo veré por ti/ guiaré tus pasos/ Quiero verte feliz/ Quiero verte sonreír/ Ay, amorcito, no llores por mí/ ay, amorcito, no sufras por mí/ Aprovecha mientras puedas vivir/ en vida yo quiero verte feliz”...
DISCURSO REIVINDICATIVO
Hay un discurso más reivindicativo y de despecho en “Cuando un amor se va” de Ely y las chicas Azúcar: “Cuando un amor se va, no lo busques, no lo llames/ Déjalo que se vaya/ que pronto volverá/ porque si no es ahora, mañana tarde será”.
Muchas canciones tienen letras con la misma profundidad e interés que cualquier hit de verano, compuestas por una decena de versos inocuos y llenos de lugares comunes. Una muestra es “Lucharé por ti” de Las Sabrositas, en la que cantan: “Será imposible que nos separemos/ Porque nos amamos con todo el corazón/ tus lindos ojitos que me enamoraron/ Ahora yo por ti/ Te juro lucharé”. Esta canción tiene un estribillo que recuerda ligeramente a la canción de Wilco “I’ll fight”: “Yo lucharé por ti/ Yo sufriré por ti/ Porque eres, para mí, mi único y gran amor”.
Parece un poco más interesante la aproximación que hacen a la canción romántica en “Cholito”: “Qué lindos ojitos tu tienes/ qué lindos cabellos tú tienes, mi cholito/ Por ti me estoy volviendo loca... No te pongas orgulloso/ No te pongas caprichoso… Cholito... Todas las noches te sueño/ Estás a mi lado… Cholito”.
Una veta importante para las letras de los huayños zapateados está en un gesto que comparten con la protagonista de El cantar de los cantares: la búsqueda del ser amado. En esa línea, Las Chicas A cantan en “Porque te quiero”: “Porque te quiero te ando buscando/ Porque te amo estoy sufriendo/ Pero tú nunca me has correspondido, nunca has sabido corresponderme”. Las Kachamositas y el grupo Esmeralda, en “Teléfono”, agregan un toque tecnológico al periplo en pos del amado: “Te conocí, tan sólo tengo tu teléfono/ Mi corazón te pide a gritos llámalo, ya... Siempre te llamo y suena ocupado/ Hace dos horas te estoy llamando ya no puedo más/ ¿Por qué no contestas? ¿Con quién estás hablando? Si hoy quiero tu voz”.
Muchas de las canciones no son de autoría de las bandas. Pero, al asumir como propias estas piezas, al interpretarlas, las agrupaciones de huayño zapateado asumen el discurso de las canciones y eso es interesante.
Maduración del género
Con la maduración del género, también comienzan a aparecer propuestas más interesantes. Una de ellas es la canción “Señor Padrino” de Las Misteriositas, en la que cantan: “Cuando era soltera, Padrino, yo era muy cholera/ Ahora estoy casada, Padrino, a nadie le importo... Tú tienes la culpa, Padrino, de mi sufrimiento/ El hombre que tengo, Padrino, es interesado”. O cuando se lamentan: “Es mi mala suerte, Padrino, haberme casado/ Por eso les digo, Padrino, me estoy divorciando”.
Acá ya se puede hablar de una canción narrativa, que en muy pocos versos cuenta la triste experiencia amorosa de la protagonista, pero además deja ver la importancia del padrinazgo en nuestra cultura y tiene un rasgo importante en el final emancipador. Rompiendo con los moldes machistas que marcan a la música popular latinoamericana, la mujer protagonista decide divorciarse, de su “hombre interesado”...
Es recurrente que las agrupaciones de cholitas comiencen sus canciones advirtiéndole al público que romperán corazones o asegurando que lo han hecho incontables veces. No tengo dudas de que lo hacen. Pues, además de tener un obvio encanto, son el rostro de un movimiento musical que está reconfigurando la cultura de nuestro país, nuestra identidad, nuestra estética. Siguiendo un modelo de negocio musical, están transgrediendo ciertos moldes del quehacer creativo nacional.
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