Si hubo un momento en el que un “preco”, un antiguo, un brigadier y hasta algún oficial fueron iguales, fue gracias a Agua Bella. Cada vez que el grupo peruano aparecía en la televisión, la expectativa era tal que el cuartel se paraba por completo. Si el voluptuoso quinteto estaba actuando, daba igual que nos invadieran los chilenos o que medio batallón tuviese el correaje mal puesto; había que verlas.
Uno podría creer que esa fue la revelación que sugirió la invención del huayño zapateado. Ese híbrido, a medio camino entre la cumbia y el folklore, que en lugar de las peruanas, nos enfrentaba a un puñado de seductoras vernáculas. Al final, daba igual que fuesen las Spice Girls o cualquier mujer semidesnuda con música de fondo, para replicar el fenómeno. O tal vez no. ¿Funcionarían igual cinco mujeres comunes y corrientes, cinco cholitas?
Pero no fue ese perverso impulso comercial el que abrió las puertas a este estilo. Es más probable que su nacimiento sea producto de un complejo ciclo de influencias multidireccionales, que comienza a principios del Siglo XX, en un instante que puede que haya causado el mismo estupor que los contoneos de Agua Bella: cuando algún anónimo artista decidió introducir el huayño entre las músicas urbanas de la época.
ENTRE EL HUAYÑO Y LA MÚSICA TROPICAL
El huayño es una de las músicas autóctonas con mayor arraigo en el folklore de nuestro país, sin embargo, el huayño zapateado se inscribe más bien en la tradición de la llamada música tropical, estando, en particular, ligado a la cumbia. Representada por grupos como Maroyu, Los Ronisch, Clímax o Los Brothers, la cumbia andina boliviana es una mutación de la cumbia chicha, surgida en el Perú hacia finales de los setentas y popularizada por artistas como Chacalón o Los Shapis.
A su vez, la cumbia chicha surgió al urbanizarse la música que se tocaba en la Amazonía peruana durante el boom del petróleo; un estilo que mezclaba la cumbia tradicional de Colombia con sonidos nativos y hasta referencias cercanas al rock’n’roll –no en vano Juaneco y su combo o Enrique Delgado tocaban guitarras eléctricas y se apoyaban en bandas compuestas por instrumentos eléctricos.
La cumbia chicha llegó a Bolivia en los ochenta, pero no consiguió crear una variante local del estilo hasta finales de los noventa, opacada por la explosión de la tecnocumbia mexicana y los esfuerzos imitativos de gente como Miguel Orías, el grupo Eclipse, Conexión o el célebre Jorge Eduardo.
Es curioso que gran parte de la responsabilidad por el fenómeno Agua Bella corresponda a Los Ronisch. Formados a finales de los ochenta en Cochabamba, por un tiempo habían liderado una carrera más próxima a la música electrónica pop, pero fue en su postrera encarnación tropical que desencadenaron en el Perú un fenómeno de masas –nucleado en la cumbia– como no se había visto antes. Con canciones como “Amigos traigan cerveza” o “Prefiero estar lejos”, la popularidad de Los Ronisch alcanzó un nivel tal que crearon un nuevo estilo de cumbia, denominada en el Perú cumbia sureña, estimulando el contraataque de artistas y empresarios de aquel país. Se trataba también de la primera cepa original de la cumbia surgida en Bolivia.
Como los clones de Los Ronisch no conseguían el mismo éxito, los promotores de cumbia peruana decidieron jugar la carta sexy, incorporando vocalistas femeninas a sus grupos. En efecto, Rossy War consiguió robarle los reflectores a Los Ronisch –si bien su música representaba para la cumbia peruana un retroceso, al emular la tecnocumbia mexicana– y de ahí la evolución natural terminó en grupos completos de chicas, cada vez menos vestidas y menos talentosas, ocupando los escenarios.
REVOLUCIÓN PERUANA
Pero aunque con Agua Bella hemos llegado al punto en que comenzó esta historia, seguimos lejos de explicar la aparición del huayño zapateado. Como la poca sutileza de propuestas como la de Agua Bella no parecía sostenible, fue necesario encontrar una alternativa con mayor sustancia.
En paralelo al fenómeno de Los Ronisch, se había comenzado a gestar una pequeña revolución en el folklore peruano. Dina Páucar, una mujer migrante que había trabajado como empleada doméstica y vendedora ambulante, estaba llenando coliseos con una versión estilizada del huayño. Era cierto que lo que hacía Páucar no reinventó nada de los usos tradicionales del huayño serrano, pero tal fue la magnitud de su impacto –hasta se estrenó una telenovela inspirada en su historia–, era obvio dónde se encontraba el futuro de la cumbia peruana.
Descartando a las coristas de implantes colosales y trajes diminutos, Discos Prodisar encabezó un movimiento que combinaba el huayño con los instrumentos electrónicos de la cumbia sureña; poniendo a carismáticas mujeres –vestidas con versiones espectaculares, pero recatadas, de los atuendos de sus paisanos provincianos– bajo focos. Así, a Páucar la siguieron Sonia Morales, Noemí Torres, Alicia Delgado y un inacabable etcétera, que hasta hoy mantiene genuino vigor y aprecio popular.
FUSIÓN
Una vez se esfumó el interés peruano por las bandas bolivianas, era de esperar que su deriva entre la villera y otros géneros menores terminase desembocando en la fusión de la cumbia y el huayño. Se trataba de reemplazar el arpa chancayana por el charango –aunque en su vertiente boliviana, el huayño se canta entre un hombre y una mujer, a dúo, repitiendo las partes vocales al unísono. Pero la innovación vino por otro lado.
En una entrevista concedida para este reporte, Fernando Quinteros (de Las Misteriositas y los Forasteros de Bolivia), uno de los principales impulsores del género, reconoce que éste se distingue por dos características: la instrumentación típica de un conjunto electrónico (guitarra, bajo, percusión y sintetizadores) y un ritmo tonado más del zapateo –que se suele ejecutarse todavía con acordeón, saxo y batería–, que del huayño o de la cumbia.
No hizo falta ni esperar a la aparición de una nueva camada de músicos, pues las bandas de cumbia ya formadas, simplemente se reinventaron al invitar a sus fanáticas y amigas a cantar, siendo Las Conquistadoras el primer grupo de este tipo del que se tiene registro. Entonces, de la confluencia de dos fenómenos, el de vocalistas femeninas entonando huayños y el de los quintetos de bailarinas sexualizadas, nació lo que hoy se conoce como cumbia huayño, huayño electrónico, huayño zapateado (la denominación que nosotros creemos más correcta al describir las dos fuentes principales que se unen en este estilo), o simplemente como las cholitas.
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